Todo acto de construcción es primero un arte de destrucción
Esta historia inicia en un Buenos Aires, en un barrio muy especia lleno de callecitas con cafecitos, un mercado lleno de curiosidades y pequeñas tiendas de arte se llama: San Telmo.
Me encanta perderme en los barrios de las ciudades (tener un bloque de tiempo sin una cita programada o una ruta programada) y caminar, y encontrar al final eso que no sabía que estaba buscando y encontré.
Un día me pasó, asomándome por una ventana de una tienda de vinos, la dueña del espacio se me acerca y me dice que justo le sobraron dos cupos y estas personas no llegarían a una cata muy especial, que si entrábamos nos regalaría la cata ya que igual los cupos estaban preparados, a los 2 minutos estábamos riendo y compartiendo quesos y vinos con un grupo de argentinos de 6 personas, allí descubrí el mejor aceite de oliva que he probado en mi vida. Al otro día, después de enamorarme de los vinos de Mendoza, seguimos nuestros pasos y caminando descubrimos una tienda de artesanos que despertó en mí las ganas de hacer cosas con las manos y no solo con mi voz.
Para esta historia voy a detenerme aquí, entre vajillas y tazas, me enamoré de un plato largo, irregular, sentí podría ser ideal para una repisa, me lo imaginé siendo LA PIEZA CENTRAL, lo compré, lo envolví en papel, luego capas de papel burbuja, y mucho más papel burbuja, luego en una mantica de ropa, me dije a mi misma “mi misma, no metamos este plato en la maleta grande, mejor en la de mano para que no se maltrate en el avión y llegue sano y salvo a casa ¿Y la demás parte de la vajilla? Por supuesto esto sí mejor en la maleta grande”.
¿Adivinen qué llegó intacto qué no?
¿Les ha pasado? Que muchas veces lo que más cuidamos y queremos poner todo nuestro control ¿Es lo que más nos enseña a respirar, fluir y adaptarnos? El universo tiene sus formas graciosas y particulares de enseñarnos en todo.
Por supuesto, la vajilla impecable, mi plato favorito, hermosamente partido por la mitad.
Me decidí a averiguar si había una tienda especializada que me lo pudieran reparar, el problema debía ser solucionado por alguien que supiera cómo hacer esto.
En paralelo, en mi vida, muchas cosas se estaban destruyendo también, creencias en la forma en la que estaba llevando mis relaciones, creencias en la forma de liderar, creencias en la forma de crear, todo lo que venía cuidando en la última década estaba siendo movilizado en todas sus fibras, ¿curioso?
Me tomé una semana para hacer una pausa, y llegó un video precioso a mis manos, por medio del algoritmo que supongo escucha mis pensamientos y ta taaaan:
¡EUREKA! Esto es lo que tenía que hacer: Kintsugi, en mi corazón, en mis relaciones, en mi trabajo, en mi vajilla. Nadie lo podía hacer por mí, no era un especialista, era yo con lija, pegante, polvo color oro y un pincel.
¿Qué es el Kintsugi?
El Kintsugi es una forma de reparar cosas rotas con oro, mostrando que lo que se rompe puede ser hermoso otra vez.
Nos enseña que la perfección no está en la ausencia de imperfecciones, sino que la habilidad de abrazarlas.
Empecé a obsesionarme con este concepto, por supuesto que compré un libro y lo empecé a estudiar, descubrí 3 elementos claves para que se pueda realizar este arte que les quiero compartir:
Reconocer la fractura: identificar las roturas, aceptándolas sin juicio. Lo que está roto no es el fin, es el paso de algo nuevo.
Sanar con intención: en lugar de ocultar las cicatrices, trabajar para repararlas con cuidado y propósito. Aquí limas, pasa con pequeño pincel por cada cicatriz y le quitas el polvo que deja la lija. En esta etapa buscas ayuda: en el arte, en la terapia, en redes de apoyo, en conexión espiritual. Al igual que el oro en el Kintsugi se trata de buscar algo valioso que transforme nuestras heridas en aprendizaje.
Embellecer lo reparado: Ver nuestras cicatrices como símbolos de crecimiento y belleza única. Lo que estuvo roto ahora brilla con más fuerza. Volver a traer la apreciación de la belleza a tu vida es un don que debe aumentar y atesorarse en tiempos como estos, volver a apostar por la maravilla y el asombro en nuestras relaciones, en vez de solo está buscando la certeza, algo se apaga poco a poco allí adentro.
Durante esa semana que me dispuse a reparar la vajilla, se sanó más que la vajilla, y entonces agradecí, agradecí por mi PIEZA CENTRAL RECONSTRUIDA para darle paso a esa nueva pieza central que ahora me recuerda que podemos sanar, con paciencia, con amor, con pausa, y ahora hace que mi repisa tenga toques brillantes de oro que no tenía antes.
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